Soy un superfans

Cuando veo a dos tíos como armarios abrazarse llorosos, con la bandera de España pintada en la cara y una bufanda al cuello en pleno mes de julio, el impulso de vergüenza ajena es enterrado al compartir con ellos el sentimiento de ser superfans. Afortunadamente no he sido llamado a ser seguidor de ningún equipo y mucho menos de una bandera, por lo que la emoción que despierta en mí un partido de fútbol es equiparable a acompañar a mi abuela al dentista. Eso no quita que ese impulso descontrolado, que te lleva al ridículo extremo frente a tus semejantes, sea despertado por las más variopintas situaciones.

Hoy me ha reconfortado volver a sentir esa alegría indescriptible cuando he llegado a la estantería de la Fnac donde pone cantautores, y le he visto, todo verde (en homenaje a mí, supongo) hablándome sin articular palabra y mirándome detrás del emblistado. Desde hace años, tengo la manía de pensar que hay discos fabricados expresamente para mí, por lo que cuando cojo el CD deseado lo recibo como si fuera un regalo colocado ahí para que yo lo cogiera, y lo pagara claro. Curioso regalo.

Evidentemente esto no deja de ser una frikada como un trailer de 15 metros, pero a mí me hace tremendamente feliz. Por eso celebro la llegada de Pedro, como celebraré la de Sergio y la de Tontxu que están a punto de parir, vamos, algo similar a lo que me sucede cuando oigo por primera vez la sintonía de GH después del verano, o aparece Merche en pantalla... Ains, qué friki soy y cómo me mola.

"Buscais la FAMA, pero la FAMA cuesta...


... y aquí es dónde vais a empezar a pagar, con sudor." Que levante la mano al primero que no se le ha puesto la carne de gallina al recordar a la señorita Grant con su bastón de baile golpeando la tarima. Sin duda alguna hubo una época en la que todos queríamos ser Leroy, o bajar la escalera del portal como si fuéramos Danny Amatulo, pero lamentablemente la mayoría de nosotros no pasamos de un triste contoneo de caderas al más puro estilo Carlton Banks.

Quizá sea por ello que ahora estoy enganchadísimo al nuevo reality de cuatro: Fama, ¡ a bailar !. Me está atrapando tanto la escuela de baile de Victor Ullate (hijo), que el hecho de que Paula Vázquez sea su presentadora no deja de ser un pequeño aliciente más, que me hace estar puntual a las 15.25 frente a mi tele.


La idea de pasar al horario de sobremesa un programa de estas características me parece todo un acierto, porque estaba un poco cansado de resúmenes insulsos que esconden como verdaderos tesoros las imágenes más interesantes, para emitirlos en una gala. Aunque no entiendo, por qué esta decisión tiene que impregnar al programa de cierta cutrez impropia de un buen programa-espectáculo. Echo de menos poder disfrutar de los bailes de los concursantes con una escenografía decente: luces, decorado, sonido... pero bueno, imagino que si los datos de audiencia siguen acompañando al programa, la cadena se replanteará esta opción.

Mientras tanto me he comprado unos calentadores y unas camisetas de tirantes, para ver si consigo hacer un portés con mi perro o un loking como los de Sergio.

El apa online

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Volví al lugar donde el amor solía entretenerse y solo queda la canción que dice que no vuelves