Condonados


Condonar, del latín condonare no tiene nada que ver con un condón, que al parecer debe su nombre a un higienista inglés del siglo XVIII, que fue su inventor, y me alegro, porque llevo un rato intentando localizar las semejanzas entre las definiciones de ambos términos sin llegar a convergencia alguna.

Como de condones ya he hablado en el blog, hoy voy a hablar de condonaciones. La razón no es fortuita, más bien derivada de un artículo que publica hoy El País, y que habla de cómo el consejo de ministros del viernes perdonó las deudas contraídas por un valor de 384,49 millones de euros a 11 países: Ghana, Mauritania, Tanzania, Senegal, Mozambique, Uganda, República Democrática del Congo y Costa de Marfil, Bolivia, Honduras y Nicaragua. Y yo que me alegro. Lo que no entiendo es que sucesos de este tipo figuren como noticia secundaria en una página par, con lo que luciría como titular de portada para que todos nos hagamos un poco más conscientes de cuáles son las condiciones de vida de nuestros vecinos.

Enjambrando



No hay nada peor que subestimar a un himenóptero con un saco de veneno en su aguijón, es por eso que tengo la mano como una morcilla de burgos. Claro, que la culpa es mía por querer conocer de cerca cómo viven estos bichillos que Einstein consideró imprescindibles para la supervivencia de la humanidad: las abejas.



Ciego tú, ciego yo, ciegos todos


Ayer me terminé Ensayo sobre la ceguera de Saramago, y me han resurgido unas ganas enormes de escribir en el blog, quitar telarañas, barrer un poquito y hacerme un hueco cómodo donde poder pensar sin necesidad de estar gritando. El motivo fundamental es que me ha sorprendido mucho la forma de escribir de este señor, su prosa contínua unida a la fuerza descriptiva del texto no me dejaban cerrar el libro, hasta que por fin le veo otra vez colocado en la estantería.

Dice el refrán que no hay más ciego que el que no quiere ver, y de eso se aprovecha Saramago para montarse una escatológica y pornográfica historia (a veces literal) en la que ciegos y no ciega conviven en un mundo dominado por el egoismo, el miedo, la solidaridad y la humanidad. Vamos, que le saca una instantánea a nuestro mundo con la historia de ficción más cercana a la realidad que he leído ultimamente, porque quién no tiene miedo a lo desconocido, quién no huye de aquello que puede resultar peligroso, quién no se adueña de lo que es de todos por el bien propio, o quién no sobrepasa el límite marcado empujado por la angustia.

Lástima que el libro termine tan mal, que después de tanto abusar de refránes en el texto, ya podría haberse apropiado de ese que dice que lo que mal empieza, mal acaba.

A pesar de todo, tengo por ahí el Ensayo sobre la lucidez que me llama a gritos, aunque primero tengo que hacer los deberes y leerme los regalos, que sino me regañan.

El apa online

El apa online
Volví al lugar donde el amor solía entretenerse y solo queda la canción que dice que no vuelves